martes, 17 de enero de 2017

Instrucciones para un (re)encuentro casual.


      "Todo empezó en la sorpresa 
en un encuentro casual 
pero la noche es traviesa 
cuando se teje el azar 
sin querer se hace una ofrenda 
que pacta con el dolor 
o pasa un ángel 
se hace leyenda 
y se convierte en amor."

Silvio Rodríguez

1.Tú irás caminando en sentido contrario, yo iré distraída en mi teléfono. Ambos levantáremos la vista en el momento preciso.
2.Me sonreirás, te sonreiré. Después de tanto tiempo, sigues teniendo esa sonrisa coqueta de cuando te conocí.
3.El principio será incómodo ¿nos saludamos normal o con un abrazo?
4.“¿Cómo has estado?” te preguntaré mientras nos abrazamos. “Muy bien ¿y tú? ¿Hace cuánto que no nos veíamos?” me responderás sin soltarme.
5.Comenzaremos a platicar en medio de la calle sin darnos cuenta de las demás personas ni del pasar del tiempo.
6.Pasada una media hora, me preguntarás casualmente si estoy ocupada. Responderé que no. Me invitarás un café. Aceptaré la invitación.
7.Iremos al mismo café al que solíamos ir. Nos sentaremos en la mesa donde nos solíamos sentar. El mesero preguntará nuestra orden y nosotros pediremos ese café moka con chocolate de mesa que solíamos pedir, tú el grande y yo el chico.
8.Retomaremos el hilo de la conversación. “¿De qué estábamos hablando?” preguntaré yo. “No me acuerdo” contestarás tú.
9. Preguntaré por tu novia, me contestarás que ya casi cumplen 2 años. Preguntarás por mi novio, te contestaré que no tengo.
10.Tendremos consciencia del pasar del tiempo. “¿Dos años ya? ¿Tan rápido?” preguntaré. “Dos años ya” contestarás.
11.“¿Eres feliz con ella?” preguntaré. Me mirarás a los ojos esperando que retire mi pregunta. “Sí” responderás.
12."Te extraño” me dirás. “¿Qué es lo que extrañas?” te preguntaré.
13.Comenzaremos a remover el baúl de los recuerdos.
14.“Siempre pensé que me casaría contigo” confesaré. “Yo también” me dirás.
15.Nos miraremos a los ojos sin decir nada.
16.El mesero llegará con nuestras bebidas y se disculpará por la tardanza.
17.Cambiaremos de tema. Me preguntarás qué he hecho desde que llegué. Te preguntaré cuándo llegaste tú.
18. La plática fluirá sin problemas. Pasado el tiempo, nos daremos cuenta de que hemos terminado nuestros cafés.
19.“¿Quieres caminar un rato?” te preguntaré. Asentirás.
20.Pedirás la cuenta. “Guarda eso, yo te invité” me dirás. Pagarás ambos cafés.
21.Caminaremos por esos viejos camellones.
22.Me tomarás por la cintura como solías hacerlo. Te recordaré que tienes novia.
23.Me pedirás disculpas. Me dirás que extrañabas hacerlo. Te diré que extrañaba que lo hicieras. Volverás a hacerlo, volveré a negarme.
24.Me preguntarás si te extraño, te contestaré que sí.
25.Me tomarás de la mano, yo no te soltaré. Seguiremos caminado y hablando.
26.“Ya es tarde, tengo que irme” diré. “Te acompaño a tu carro” me dirás.
27.Caminaremos ahora en silencio. Volverás a tomarme por la cintura, no me negaré esta vez.
28.“Te adoro” susurrarás en mi oído. Me sonrojaré.
29.Llegaremos a mi carro. Volveremos a la realidad. “Me dio mucho gusto verte” te diré. “A mí también” me dirás.
30.Nos miraremos a los ojos. “Me tengo que ir” te diré. “Yo también” me responderás.
31.Nos abrazaremos. No te querré soltar, no me querrás soltar. “No quiero soltarte” susurraré. “No me sueltes” contestarás.
32.“Te adoro demasiado” confesaré. “Yo más” dirás.
33.Te daré un beso en la mejilla. Me darás un beso en los labios. Responderé el beso.
34.Volveremos a la realidad. Me abrirás la puerta del carro. Abriré la ventana para despedirme.
35.Encenderé el carro. “Cuídate” diremos los dos. Avanzaré. Caminarás. Volteáremos una última vez hacia atrás. Después, seguiremos nuestros caminos. 

viernes, 7 de octubre de 2016

¿Qué hago ahora conmigo?

Me veo claramente, haciendo preguntas que ya conocía con mi indiferencia ante el ya crecerás.

Silvio Rodríguez 

¿Cuántas noches de vigilia pasé pensando en ti? ¿Cuántas veces me pregunté si tú seguías pensando en mí? ¿Cuántas veces ensayé los diálogos que te hubiera dicho de haberte visto una vez más?¿Cuántas veces cambiaron esos diálogos? ¿Cuántas veces soñé que me volvías a buscar? ¿Cuántas veces te volví a buscar? ¿Cuántas veces repasé nuestra historia desde el principio hasta el final? ¿Cuántas veces me pregunté dónde fue que fallamos? ¿Cuántas veces añoré sentir lo que sentí por ti? ¿Cuántas veces dudé sentirlo otra vez? ¿Cuántas veces aseguré que serías el amor de mi vida? ¿Cuántas veces defendí y peleé por ese sentimiento? ¿Cuántas veces lo justifiqué? ¿Cuántas veces vi ese libro o ese llavero añorando el momento cuando me los diste, preguntándome si verías de la misma manera los detalles que tuve para ti? Después de cuatro meses, hoy te volví a buscar y te encontré en ese lugar donde sabía que te encontraría. Sonreías. Te busqué esperando sentir: un pinchazo en el corazón, un vuelco en el estómago, o el ardor en mis ojos justo antes de llorar. Puntual, como otras tantas veces que te recordé, que te pensé. Esperaba. Esperé. Y sin embargo no llegaste. Al contrario, desapareciste. Me sentí vacía, sin razones y sin sentidos. Tu recuerdo, que hasta hace algunas horas seguía presente, se desvaneció cuál vapor en un espejo. Me vi claramente en ese espejo. Mi cabello, siempre despeinado, nunca igual, se veía perfecto. Mis ojos, grandes y tristones, brillaban. Mi boca, pequeña y en perpetuo puchero, sonreía. Mi nariz, combinación (im)perfecta de mis padres, dejó de incomodarme. Sé que disfrutabas despeinando mi cabello, sé cuánto te gustaban mis labios, sé que te gustaban mis ojos, y nunca te importó mi nariz. Siempre quise verme a través de tus ojos, entender que era lo que veías en mí. En el espejo, más que verme me pensaba como creía que me veías tú. Hoy, sin tu reflejo, me vi. Vi todas las veces que mi corazón se rompió, todas las veces que me volví a enamorar; vi todas las veces que me equivoqué, las veces que acerté; vi a mis amigos, y a los que ya no lo son. Vi las piezas del rompecabezas que soy, y ahí, donde estabas tú, vi que algo no encajaba bien. Creí que tu lugar era ahí, y no fue así. Era un detalle sutil, casi imperceptible, si no miras con detalle es muy fácil dejarlo pasar pero ese no era tu lugar. No es que dejaras de encajar, no es que cambiara de piezas, es que ese nunca fue tu lugar. Fuiste, hasta la fecha, la pieza que más cercana ha estado de encajar, pero hoy me doy cuenta que ese nunca fue tu verdadero lugar. Me sentí vacía cuando te vi... Y libre. Después de eso, ya no vi tu reflejo en mi espejo.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

Desde que te perdí...


Quien no lo sepa ya, lo aprenderá deprisa: la vida no para, no espera, no avisa. Tantos planes, tantos planes vueltos espuma. Tú por ejemplo, tan a tiempo y tan inoportuna. 

Jorge Drexler.

¿Por qué será que me da por abandonar mi blog? Creo que es una relación un poco complicada, sé que está ahí, y a veces me siento culpable de no continuarlo; otras veces tengo la inspiración para escribir pero no tengo el ánimo para hacerlo, o simplemente no estoy cerca de mi computadora y cuando llego a ella la idea se ha esfumado... En fin, aquí estoy de nuevo escribiendo, quizá un poco por inspiración, quizá un poco por obligación, pero definitivamente como desahogo.

Hoy descubrí que el ex-amor de mi vida me bloqueó en todas las redes sociales, no me sorprende después de cómo terminamos yo también lo había bloqueado. Lo descubrí porque la tentación me ganó y quise stalkearlo en FB y cuando no lo encontré hasta pensé que era yo la que lo tenía bloqueado, oh sorpresa que no... Debo de admitir que no supe cómo reaccionar, han pasado más de dos meses desde la última vez que hablé con él, han pasado casi cuatro meses desde la última vez que lo vi, mi impresión inicial fue la de sorpresa, e indignación (¡cómo se atreve a bloquearme!), momentos después fue la risa, qué curioso giro de sucesos dieron nuestras vidas. No lo voy a justificar, no me voy a justificar, no lo voy a atacar, ni me voy a victimizar. Fue lo que fue, no más. 

Hace unos meses uno de mis mayores miedos era no volver a sentir lo que había sentido por él, tenía miedo de enamorarme pero más miedo de no enamorarme. Estoy enamorada del amor, eso ya lo saben, a lo largo de este blog les he compartido todas mis desventuras y aventuras amorosas. Tenía miedo de que todo lo bueno de mí, todo lo que me hacía ser yo, el entregarme completamente cuando me enamoro hubiera desaparecido después de lo que pasó con Cuatro (como recordaran, en entradas iniciales enumeraba a mis amores). Hoy sé que Cuatro no es el amor de mi vida, aunque es el primero que me hace creer en un ever ever after, forever and ever until death. Hoy sé que después de encontrar y perder al amor de tu vida, aún puedes encontrar el amor. En la última carta que le escribí a Cuatro le decía que ya no quería ser Ted que buscó el relicario de Robin para regalárselo el día de su boda; que al final robaba el cuerno azul francés para dárselo porque siempre estuvo enamorado de ella. No. Yo no quiero ser Ted en ese sentido, yo soy Ted cuando se enamora, pero quiero ser Lily y Marshall enamorados. No quiero regresar a ese viejo amor que me lastimó tanto y que nunca pude olvidar. No. No quiero ser Ted así. 

Me gustan los amores nostálgicos, sí, no lo voy a negar. Me gustan esos amores que te sientas a recordar al atardecer, justo cuando el sol no termina de ocultarse pero ya no quema como antes, igual que esos amores que me siento a recordar. Aún resplandeciendo pero ya no ardiendo. Tengo un par de esos amores, que de vez en cuando me gusta revolver las cenizas para atisbar una pequeña chispa que se esfuerza por mantenerse encendida, me gusta de vez en cuando encender esas chispas. Sé que Cuatro no es uno de esos amores nostálgicos, no hago menos los momentos que pasamos, al contrario, los atesoro con mucho cariño y me gusta recordarlos, pero la diferencia entre mis amores nostálgicos y él es, que con él todo llegó a su fin. La relación, el cariño, el aprecio, la amistad, el amor, los "por siempre"... Se terminaron. La situación en sí no deja de ser triste, una persona que lo fue todo ahora es un cero a la izquierda en tu vida, se vuelve un número más a la lista pero así son las cosas. Así es la vida, y la vida se trata de seguir adelante. Hoy sé que soy capaz de muchas cosas, tanto buenas como malas, pero sobretodo sé que aún puedo sentir lo que sentí aquella noche cuando vi a Cuatro por primera vez. La magia existe y seguirá existiendo dentro de mí, sin importar cuántos malos momentos pasen.

domingo, 12 de junio de 2016

Universos Paralelos


Llévate del aire el perfume de tu pelo, no ves que yo no sé qué hacer con mis dos universos paralelos

-Jorge Drexler.

La mejor manera de empezar esta historia, es comenzarla por el final. Dos personas desgastadas, molestas, confundidas y tristes, uno con novia, otra soltera, y los dos tristes. Después de una de las peores peleas que habían tenido, ya no había marcha atrás, él comenzaba a enamorarse de alguien más y ella tenía que seguir adelante. Si se habían amado en algún momento, de ese amor ahora sólo quedaban restos. Ella siempre había pedido más de lo que él estaba dispuesto a dar, por lo menos a ella, en su última pelea se dio cuenta que el problema era con ella personalmente, no con nadie más, si nunca fueron novios, no fue porqué él no quisiera una relación, sólo no quería una relación con ella.

Las últimas semanas habían sido muy complicadas, él había terminado con ella pero ella seguía regresando a él, lo seguía buscando, seguía creyendo que él era el amor de su vida e iba a luchar hasta el final para que así fuera. La última vez que hablaron seriamente, ella le había dicho que lo amaba, era la primera vez que lo decía, era la primera vez que se sentía segura de decirlo, no era algo que hiciera o que sintiera a la ligera y ella ya lo había pensado desde hace mucho tiempo, pero era la primera vez que se atrevía a decírselo. No estaba segura de cómo lo sabía, simplemente lo sentía, lo sintió prácticamente desde el principio pero le daba miedo decirlo, prefirió esperara hasta el último momento cuando supo que ya estaba apunto de perderlo. Quizá como una técnica desesperada de demostrarle que ella seguiría con él a pesar de que él no quisiera, y él le respondió, le dijo las palabras que ella anhelaba escuchar, pero sin el sentimiento que a ella le invadía.

La última vez que se vieron casi no hablaron, ella llegó a su casa, en la entrada se besaron y pasaron directamente a su cuarto, ni siquiera se habían terminado de quitar la ropa cuando ella ya estaba sobre la cama y él ya la estaba penetrando, hicieron el amor (como solían llamarle a las relaciones sexuales que tenían entre ellos dos) rápido y sin intimidad, no habían pasado los 20 minutos cuando él ya se estaba viniendo y los dos se vistieron rápidamente para evitar que los atraparan en pleno acto. Fueron por donas, y adiós, se había hecho tarde y los dos tenían cosas que hacer. Hubieron besos y abrazos, pero no hubo amor.

Días antes, habían estado peleando porque él ya no le dedicaba tiempo a ella, se la pasaba trabajando o con sus amigos, a ella ya no la veía como antes, de no poder estar el uno sin el otro, ahora se veían una vez a la semana, si se acomodaba con sus agendas, para irse juntos a un motel y hacer el amor… A esas alturas ella ya había notado que algo había cambiado, pero cuando lo enfrentaba él lo negaba, en sus palabras ella sólo hacía drama, no pasaba nada más, no había nadie más, sólo una amiga, no pasaba nada con ella, no había nada más.

Cuando él había regresado de uno de sus tantos viajes, ella estaba decidida a ponerle un punto final a esa relación, estaba cansada de seguir esperando de él algo más, estaba decidida a terminar. Cuando estaban acostados en la cama, de ese motel en particular, donde ella había perdido su virginidad, donde se habían unido en uno sólo por primera vez; sus ojos se llenaron con lagrimas al pensar en la posibilidad de dejarlo; no estaba lista para hacerlo, pero al día siguiente lo hizo, le dijo que no podía seguir con él mientras él siguiera haciendo las cosas de la manera en las que las estaba haciendo. Eso duró unos cuantos días y después, estaban bajo la lluvia repasando su historia desde el principio al fin, y ella explicándole porqué le dolía tanto dejarlo. Ella estaba segura que él era el amor de su vida, lo había sentido la primera vez que lo vio.

Se había ido casi dos meses a otro país, se había ido el día de su cumpleaños a pesar de que ella le había pedido que no lo hiciera, eso la había lastimado mucho, siempre había querido pasar un cumpleaños con él, ya fuera el suyo o el de ella. Para ella era algo especial, le gustaban los cumpleaños, siempre le habían gustado, le encantaba hacer la cuenta regresiva para el día de su cumpleaños, le encantaba que todos supieran que ya iba a cumplir años, no importaba la edad, ese día era su día especial. Y quería pasarlo con él, aún sabiendo que ese tipo de fechas las celebran juntos los novios, y ellos no lo eran. Decidieron adelantarlo unos días para que no pasara desapercibido, pero en esa ocasión él llegó tarde, como muchas otras veces se preguntó si era buena idea irse de ahí y dejarlo ¿valía la pena seguirlo esperando? ¿por qué, si nunca ha mostrado el mismo interés tendría que esperarlo? Lo esperó, pensó que a lo mejor le traería un regalo, él sabía que a ella le gustaban los cumpleaños, ella le había dado un regalo en su cumpleaños… Lo esperó, ya había pasado más de media hora y él seguía sin llegar pero ella lo esperó; cuando no pudo más y decidió irse, él llegó, como siempre en el último minuto, cuando ella estaba decidida a no seguir esperando por él, él llegó. ¿Cómo iba a poder dejarlo, si él seguía haciendo el intento por estar ahí?

Cuando se vieron la primera vez después de que ella había regresado de su viaje, el primer viaje en el que ella se iba y él se quedaba, recordó porqué estaba tan enamorada de él. Cuando se abrazaron, cuando se besaron, había fueguitos en su interior, se dijo así misma que eso tenía que ser amor, no podía ser nada más. Cuando estaba con él, había fueguitos, había emoción, había tranquilidad, había una visión a futuro… lo veía en su futuro y él a ella. Él se lo había dicho cuando ella estuvo lejos, en más de una ocasión ya habían habido señales de que los dos se veían en un futuro juntos. Sabía que eso no era producto de su imaginación.  El problema era que ella era aún muy joven, aún le faltaban muchas cosas por hacer, muchas más cosas que disfrutar, otros labios que besar, otros amores que probar, muchas historias más que vivir. Esas ansiedades de ser libre la invadían de vez en cuando; la invadieron cuando estando de viaje se besó con alguien más; la invadieron cuando, mientras él estaba en su viaje de dos meses en otro país, ella se acostó con alguien; la invadieron cuando la oportunidad de sus sueños se presentó ante sus ojos; pero decidía ignorar esas ansiedades cuando estaba con él porque él era el amor de su vida y no quería a nadie más.

Habían regresado después de un mes de estar peleados, él la había buscado a ella después de darse cuenta que había cometido un error al dejarla ir por estar con alguien más, ella había decidido perdonarlo, porque estaba segura que ya no sentía nada por él, y ya estaba cansada de pelear. Cuando él le dijo que no quería que fueran novios, ella aceptó, pensó que ya había madurado y que ya había aprendido a separar el sexo y los sentimientos, sólo se iba a acostar con él y nada más, ya no era hacer el amor, como solían llamarle, era sólo sexo… O eso quería creer ella. Poco a poco, se volvió a enamorar de él, y es que nunca lo había dejado de amar, sólo se había querido engañar creyendo que ya no sentía nada por él, cuando la verdad era que cada que él estaba cerca de ella, cada que él la tocaba, cada que se abrazaban, incluso con que solamente le hablara, en ella volvían a nacer esos fueguitos que no había sentido con nadie antes de él.

Cuando le dijeron que él ya estaba con alguien más no puedo decir que ella no lo podía creer, porque ella ya lo sabía, cuando él le había pedido que dejarán de coquetear, ella muy adentro sabía que él ya estaba con alguien más; pero aún así cuando le confirmaron sus temores no pudo evitar sentir que algo se rompía adentro de ella, las mentiras, los engaños, las pelea, ahora todo se volvía más claro; él ya había encontrado a alguien más. El dolor que sintió aquella vez, sólo es superado por la última pelea que tuvieron, aún así, logró salir adelante. Logró juntar todas sus fuerzas para decidir que ese era el final, que no había más que le pudiera perdonar.

Cuando él se había ido a otro país por cinco meses, ella creyó que podrían aguantar, que podrían hacerlo funcionar; ella, que nunca había creído en las relaciones a larga distancia, se dijo así misma que esta valía la pena intentar hacerla funcionar. El día que se despidieron, fue uno de los días más bonitos que ella pueda recordar, a pesar de ser un día triste porque no se iban a ver en mucho tiempo, fue un día especial, hicieron el amor hasta que no pudieron más, rieron, platicaron, se abrazaron, se besaron, durmieron, y cuando se despidieron, ella sintió los fueguitos en su interior. No pasaba nada, las cosas iban a funcionar. Y aunque al poco tiempo las cosas se pusieron difíciles, siguió creyendo en que eso iba a funcionar. Aún cuando él estaba apunto de regresar, y ella pensaba en terminar, en su interior siguió creyendo que lo suyo estaba predestinado a más.

La primer pelea fuerte que tuvieron fue porque él había estado saliendo con otras personas mientras estaba con ella, ella sabía que ellos no tenían nada formal pero aún así le dolió cuando él se lo dijo. Ella comenzaba a enamorarse de él, comenzaba a darle rienda suelta a esos fueguitos que llevaba tiempo conteniendo porque no quería que esa relación llegara a algo más. Cuando se vieron de frente, cuando empezaron a pelear, supo que había algo distinto con él a todos los demás, él la había hecho reír, aún estando enojada, aún estando decepcionada, él había conseguido hacerla reír, había logrado que por un momento ella olvidara todo lo malo. En ese momento se dio cuenta que no quería alejarse de él, y lo besó. Después de ese beso, todo lo malo quedó olvidado y dejaron que su relación siguiera, que los fueguitos crecieran.

Era enero, y los dos habían salido con amigos de él, ella estaba nerviosa, se sentía fuera de lugar pero estar con él la hacía olvidarse de todo, le gustaba estar con él, le gustaba que él la abrazara, que le dijera cosas al oído, que la llevara con sus amigos, le gustaba estar con él; aún no estaba segura de adónde se dirigía esa relación, pero sabía que estar con él le gustaba. Por la tarde de ese día, decidieron dejar a sus amigos e irse a un motel cerca de la casa de él; ella estaba nerviosa, era su primera vez, no estaba segura de qué era lo que tenía que hacer, qué era lo que pasaba en esa situación, qué iba a pensar él cuando la viera desnuda, cómo se vería él desnudo… Sus besos, que al principio eran tímidos, se volvieron más apasionados, sus movimientos, que comenzaron siendo torpes, se sincronizaron en un mismo son, fue como si bailaran un tango improvisado, lleno de sensualidad, de pasión, de movimientos nuevos que cada uno iba inventando; estaba segura que ese día estaban creando todo un universo nuevo, con sus planetas y sus soles, con sus estrellas  y sus galaxias. Fue en esa ocasión cuando se dio cuenta que se estaba enamorando perdidamente de él.

Era la primera vez que se veían después de 3 meses que él había estado lejos, habían mantenido comunicación mientras estuvo lejos, pero a ella le asustaba que cuando se vieran otra vez, no se fueran a gustar, antes de que él se fuera, habían pasado momentos juntos muy agradables, y le gustaba platicar con él, sentía que tenían mucho en común a pesar de tener personalidades muy distintas, con él las cosas fluían con naturalidad; no sentía la necesidad de impresionarlo, sentía que podía ser ella sin miedo a que la rechazara, que podía dar sus opiniones sin que la juzgara. Se sentía libre estando con él. El día de su primer beso fue una tarde de agosto, y fue, por mucho, el mejor primer beso que había tenido en toda su vida. No fue un beso robado, no fue un beso forzado, fue un beso que, como todo con él, fluyó con naturalidad, fue la primera vez que sintió que algo se encendía dentro de ella, fue el primer fueguito que nació entre los dos.

El día que se conocieron, ella estaba alejada de la multitud, nunca le habían gustado las multitudes y no sabía realmente cómo platicar con gente nueva. Él estaba platicando con un grupo de amistades, cuando una conocida en común los presentó, a los dos les gustaba mucho el cine, y su primer plática fue de películas. Fue extraño para ella poder platicar con alguien de la manera que estaba platicando con él, pero en ese momento no le importó, estaba comenzando a disfrutar del momento, pero no duró mucho porque se tuvo que ir, tenía 19 y un par de padres sobreprotectores que no les gustaba que saliera de noche; se despidió de él y se dijo que jamás le volvería a hablar a ese muchacho. Cuando se subió al carro, una imagen fugaz pasó por su mente, ella y él en su casa, viendo películas, nada más.


La mejor manera de terminar esta historia es con el comienzo. Dos personas que se acababan de conocer, que tuvieron una conexión instantánea pero que no sabían lo que estaban por vivir, dos personas que no se imaginaban que estaban por vivir una historia que los iba a desgastar hasta la médula, en la que se iban a desgarrar el alma por salirse con la suya, una historia de amor que se viven con pocas personas, una historia de amor que si la viéramos en el cine tendría un final feliz. La mejor manera de terminar esta historia es con dos personas que por azares del destino, terminaron estando en el mismo lugar y a la misma hora.