viernes, 7 de octubre de 2016

¿Qué hago ahora conmigo?

Me veo claramente, haciendo preguntas que ya conocía con mi indiferencia ante el ya crecerás.

Silvio Rodríguez 

¿Cuántas noches de vigilia pasé pensando en ti? ¿Cuántas veces me pregunté si tú seguías pensando en mí? ¿Cuántas veces ensayé los diálogos que te hubiera dicho de haberte visto una vez más?¿Cuántas veces cambiaron esos diálogos? ¿Cuántas veces soñé que me volvías a buscar? ¿Cuántas veces te volví a buscar? ¿Cuántas veces repasé nuestra historia desde el principio hasta el final? ¿Cuántas veces me pregunté dónde fue que fallamos? ¿Cuántas veces añoré sentir lo que sentí por ti? ¿Cuántas veces dudé sentirlo otra vez? ¿Cuántas veces aseguré que serías el amor de mi vida? ¿Cuántas veces defendí y peleé por ese sentimiento? ¿Cuántas veces lo justifiqué? ¿Cuántas veces vi ese libro o ese llavero añorando el momento cuando me los diste, preguntándome si verías de la misma manera los detalles que tuve para ti? Después de cuatro meses, hoy te volví a buscar y te encontré en ese lugar donde sabía que te encontraría. Sonreías. Te busqué esperando sentir: un pinchazo en el corazón, un vuelco en el estómago, o el ardor en mis ojos justo antes de llorar. Puntual, como otras tantas veces que te recordé, que te pensé. Esperaba. Esperé. Y sin embargo no llegaste. Al contrario, desapareciste. Me sentí vacía, sin razones y sin sentidos. Tu recuerdo, que hasta hace algunas horas seguía presente, se desvaneció cuál vapor en un espejo. Me vi claramente en ese espejo. Mi cabello, siempre despeinado, nunca igual, se veía perfecto. Mis ojos, grandes y tristones, brillaban. Mi boca, pequeña y en perpetuo puchero, sonreía. Mi nariz, combinación (im)perfecta de mis padres, dejó de incomodarme. Sé que disfrutabas despeinando mi cabello, sé cuánto te gustaban mis labios, sé que te gustaban mis ojos, y nunca te importó mi nariz. Siempre quise verme a través de tus ojos, entender que era lo que veías en mí. En el espejo, más que verme me pensaba como creía que me veías tú. Hoy, sin tu reflejo, me vi. Vi todas las veces que mi corazón se rompió, todas las veces que me volví a enamorar; vi todas las veces que me equivoqué, las veces que acerté; vi a mis amigos, y a los que ya no lo son. Vi las piezas del rompecabezas que soy, y ahí, donde estabas tú, vi que algo no encajaba bien. Creí que tu lugar era ahí, y no fue así. Era un detalle sutil, casi imperceptible, si no miras con detalle es muy fácil dejarlo pasar pero ese no era tu lugar. No es que dejaras de encajar, no es que cambiara de piezas, es que ese nunca fue tu lugar. Fuiste, hasta la fecha, la pieza que más cercana ha estado de encajar, pero hoy me doy cuenta que ese nunca fue tu verdadero lugar. Me sentí vacía cuando te vi... Y libre. Después de eso, ya no vi tu reflejo en mi espejo.