lunes, 27 de abril de 2015

La Tregua

“A mí me cuesta ser cariñoso, inclusive en la vida amorosa. Siempre doy menos de lo que tengo. Mi estilo de querer es ése, un poco reticente, reservando el máximo sólo para las grandes ocasiones. De modo que si siempre estuviera expresando el máximo ¿qué dejaría para esos momentos (siempre hay cuatro o cinco en cada vida, en cada individuo) en que uno debe apelar el corazón en pleno? También siento un leve resquemor frente a lo cursi, y a mí lo cursi me parece justamente eso: andar siempre con el corazón en la mano.” 

Mario Benedetti.

La entrada pasada hablaba sobre las dos cosas más preciadas que tengo para ofrecer, pero no dije qué eran. Cariño y confianza. Mi cariño y mi confianza son ciegos y pueden ser eternos, pero no son incondicionales. Con esto no me refiero a que exista un contrato en el que especifique cómo me deben de querer para que yo quiera a una persona. 

Erich Fromm dice que el amor de una madre a su hijo es incondicional, porque ella lo va a querer desde que es un bebé que no puede valerse por si mismo hasta siempre (en pocas palabras), mientras que el cariño del padre tiene que ganarse. Bueno, no voy a entrar de lleno en lo que dice Fromm acerca del amor, sólo hacía este comentario para explicar un poco lo que pasa con mi amor y mi confianza. 

Como he mencionado en entradas anteriores, soy una persona sumamente introvertida, soy muy callada, tímida, y a veces hasta pareciera que soy mala onda, pero no es así. A veces me pasa que en cuanto conozco a alguien, ya le conté la mitad de mi vida y me encariñé con esa persona; otras veces, la primera impresión me engaña y tardo más en agarrar confianza. Pero cuando pasa, ya sea de la primera o segunda forma, mi cariño y mi confianza se vuelven ciegos. 

Es cierto, tengo muchos amigos y no a todos los quiero de la misma manera, a unos los quiero más que a otros, a unos le cuento más cosas que a otros, a unos incluso hasta los amo. Pero sin importar las intensidades o formas en que los quiero, todos tienen en común que voy a confiar en ellos siempre, sin importar lo que me digan los demás. Una vez que confío en alguien, mis ojos se cierran y no necesito más, no importa si la confianza es recíproca, no importa si ellos no me cuentan nada, si me han demostrado que puedo confiar en ellos, lo haré. Claro que esto puede ser un inconveniente, habrá gente que llegue a abusar de esta característica mía (que no se si es defecto o cualidad), pero lo que no saben es que con cada verdad a medias, voy abriendo poco a poco los ojos, y con cada mentira, me cuesta más trabajo volverlos a cerrar.

Más de una vez me he encontrado entre la espada y la pared porque dos personas que quiero o que, a mi parecer, no tendrían porqué mentirme, me dicen dos cosas distintas y no me atrevo a dudar de ninguna de las dos. Me pasó con Tres, me pasó con alguien más.... Y en esa disyuntiva, prefería confiar en la persona a la que quería más en ese momento, aunque muy en el fondo sabía que la segunda persona en cuestión tenía la razón. 

Sí, mi cariño y mi confianza son eternos, puros, y sinceros; son lo mejor que puedo ofrecer de mí. No soy una persona recelosa de mi cariño (aunque en ocasiones me cueste demostrarlo) y de mi confianza, tampoco es tan fácil que yo deje de confiar en o de querer a alguien, pero una vez perdidas estas dos cosas son muy raras (y difíciles) de recuperar. Puede quedar en mí un rezago de amor hacia ti, pero sin la confianza que te tenía, es muy complicado que las cosas vuelvan a funcionar. Puedo no guardarte nada de rencor, pero sin el cariño que te tenía, definitivamente lo nuestro no va a funcionar. Puedo perdonar, pero mi perdón no es garantía de mi confianza, mi perdón no es pase de retorno a mi corazón (sí, yo sé que eso sonó demasiado cursi). 

Tú, a quien quiero y en quien confío, mi cariño y confianza son gratis la primera vez. Si quieres una segunda, te los tienes que ganar. Si esperas una tercera, puedes sentarte a esperar. Advertido estás. 

miércoles, 22 de abril de 2015

Graduation Goggles

The point is you can't trust graduation goggles. They are just as misleading as beer goggles, bridesmaid goggles and that's just a bulky outdated cell phone in his front pocket goggles.

Robin Scherbatsky.



Una disculpa por haber estado perdida estos últimos días, como algunos pudieron notarlo por Facebook, estuve de viaje. Aunque ese no fue completamente el motivo por el cual no había escrito. Verán, la verdad es que no sabía de que escribir. Pero problema solucionado. Aunque me fui de viaje este fin de semana que pasó, no hablaré de las cosas que me pasaron durante el viaje, por lo menos no en ésta entrada. 

El jueves pasado me permití un 10 seconds melt down, y acudí a un amigo en quien confío demasiado (para efectos prácticos de la historia lo llamaremos C). En mi melt down, le comentaba a C que extrañaba muchísimo a Cuatro, y él me decía que lo que sentía eran graduation goggles. En un episodio de How I Met Your Mother, Robin explica que en el momento en que vas a dejar, renunciar o terminar con alguien o algo, empiezas a disfrutar todas esas cosas que odiabas antes porque te das cuenta de que esa cosa ya no va a estar. 

Ese mismo día en la noche me fui de viaje a Morelos. Llegué al DF (donde hice escala) a las 6:10 am, fue un día maratónico porque partía a Morelos hasta las 5 pm. En fin, después les contaré las aventuras de ese viaje, a lo que voy con mi historia es que el viernes por la noche, una vez que llegué a Morelia, recibí un mensaje de Cuatro, por respeto a él no voy a entrar en detalles de lo que decía el mensaje, pero lo que sí les puedo decir es que según yo manejé de manera exitosa la situación, me sentía orgullosa de ello, y hasta se los presumí a mis amigos.

Lo cierto es que desde que volví, mis graduation goggles han estado más latosas que nunca. Sucede que extraño estar enamorada, extraño la sensación de que todo está bien, todo está bonito y así, extraño tener a alguien a quien platicarle de todo en todo momento y no sentir que era una molestia. Me gusta pensar que Cuatro está leyendo mi blog y está pensando en mí. Me gusta pensar que en serio soy alguien especial para él. Pero no lo extraño. No extraño estar con él. Extraño lo que solía sentir.

En su momento pensé que Cuatro y yo podríamos llegar a ser amigos. No es así. Ni él ni yo somos las personas que solíamos ser. Por mucho que sienta que lo extraño, no es sano seguir en contacto con una persona que traicionó las dos cosas más valiosas que puedo ofrecer. Si Cuatro de verdad está leyendo esto (que lo dudo mucho), sólo quisiera decirle que no le guardo ningún rencor, simplemente no puedo verle como un amigo. Quisiera decirle que en el momento en el que él hizo "las paces" con el tema, todo contacto entre nosotros se acabó. Ya nada nos ata, ya nada nos une; ni un pasado en común ni un futuro añorado. 

No recuerdo bien el final que tenía preparado, pero espero les haya agradado la entrada de hoy. Mientras la escribía estaba comiendo nieve de chocolate y veía Chicas Pesadas. Caí en el cliché... por lo menos no estaba viendo El Diario de Bridget Jones. Sí, me encantan las comedias y películas románticas, pero no lo suficiente como para que mi vida se vuelva una. 

miércoles, 15 de abril de 2015

Dime "Lindura"


¿A cuántos de ustedes les gustaba ver Los Padrinos Mágicos? A mí me gustaba mucho verlos antes de que le cambiaran la voz a Cosmo. Aunque la mayoría de los episodios eran geniales, hay uno en particular del que les quiero hablar. Probablemente recordaran el episodio en el que Timmy desea ser el único hombre en la tierra junto con Trixie Tang para que ella finalmente se fijara en él. Y así pasó. Trixie, con su increíble necesidad de atención, ve en Timmy al responsable de hacerla sentir bien consigo misma, y le pide "dime lindura" en repetidas ocasiones. No recuerdo bien cómo pasó, pero mis amigos y yo comenzamos a utilizar esta frase. Eventualmente, me la terminé apropiando, y hasta la fecha la sigo utilizando para jugar.


Hoy por la mañana, una compañera muy linda (espero no te moleste que te parafrasee) me felicitaba por mi blog, me decía que le gustaba porque era muy yo, porque escribía sin tapujos por así decirlo. El problema con los blogs, creo yo, es que si no eres sincero puede llegar a aburrir, y por otro lado, ser sincero da a conocer demasiado de ti. Como les dije en la primer entrada, abrí el blog con fines puramente de desahogo. Y a pesar de que son ustedes quienes lo leen, no lo escribo para ustedes, lo escribo para mí. No se ofendan, primero dejénme explicar. 

Soy una persona insegura, tímida y muy introvertida. Convivir con personas nuevas o personas que no son muy cercanas a mí, es muy difícil para mí, toda una hazaña. Inclusive aunque me sienta cómoda con una persona, puedo llegar a ser muy callada. Pero aunque tengo esos defectos, tengo muchas otras cualidades, y quienes se toman el tiempo de conocerme las pueden ver.


Cuando estuve con Tres, me llegó a reclamar cosas que hace poco Cuatro me las dijo también, y por ser él quien me las dijo, me dolieron más. Estaba muy triste por eso y sus palabras me dan vueltas en la cabeza en todo momento. Sin importar cuántas veces mis amados amigos me dijeran lindura, yo no dejaba de pensar en lo que estaba “mal” en mí. Sin embargo, cuando el lunes skypeaba con mi amigo R (así lo vamos a llamar), me dijo que de nada servía las veces que todos los demás me dijeran lo increíble que soy, si yo no me daba cuenta de ello, si yo no me lo empezaba a creer.

Por esto que mi blog es tan “real”, tan yo. No lo escribo solamente para que ustedes lo puedan leer, lo escribo para conocerme, para entenderme, y sobretodo, aceptarme.

No niego que Tres y Cuatro tuvieran razón en esos detalles que resaltaron, pero esos detalles son parte de mí, en conjunto con mis otros defectos y mis cualidades me hacen quien soy, y si bien es cierto que esas cosas que me reclamaron las debo cambiar, las voy a cambiar cuando yo esté lista, porque yo lo quise, porque yo lo decidí, no porque a alguien más le molestó.

Todos somos diferentes, todos fuimos criados de distintas formas. Si yo no logro aceptar mis defectos y cualidades tal cual soy, si no logro aceptar aquellos defectos que eventualmente voy a cambiar, ¿cómo podré convertirme en la persona que quiero ser?

martes, 14 de abril de 2015

Nube Negra

En un platillo de la balanza coloco mis odios; en el otro, mis amores. Y he llegado a la conclusión de que las cicatrices enseñan; las caricias, también.
Mario Benedetti.

He de confesarles algo, mis lectores, he estado muy nefasta. Les mentiría si les dijera que es algo reciente, porque no es así, ya llevo meses con esta actitud.

Todo comenzó en septiembre del año pasado. Me había peleado por millonésima vez con Cuatro, me habían rechazado por milésima vez del intercambio, y para colmo, dos de las cuatro semanas del mes me la había pasado enferma. Creo que fue en ese momento cuando una nube negra se empezó a formar encima de mí.

Cada día que pasaba, esa nube negra se iba haciendo más grande. Y tengo que admitir que no solamente tenía una nube negra sobre mí, estaba en un hoyo también, y cada día que pasaba, cada día que yo seguía de nefasta, más grande era mi nube y más profundo el hoyo. Hubieron momentos en los que creí que al fin empezaba a salir de mi hoyo, pero mi nube me impedía avanzar más.

Estuve nefasta con todos. Mi actitud dejó mucho que desear. Busqué problemas hasta por debajo de la piedras, todo me molestaba, hice drama de todo, y me quejaba con todos de todo. No tengo palabras para agradecerle a mis amigos que tuvieron que soportarme una y otra vez con esta actitud. Sí, me harté de la vida que estaba teniendo. Me cansé de mi "mala suerte", de que nada me saliera bien. Me llovió sobre mojado y también me granizó. Sí, la pase muy difícil... Pero ya me cansé. 

El día de ayer y hoy fueron días muy extraños, por así decirlo, viví una montaña rusa de emociones. El primer día de clases comenzó un poco mal, me levanté cansada porque no había dormido bien, y con una sensación extraña. En mi interior me decía que yo ya estaba "bien", que lo que había llorado la noche anterior me había servido para no sentirme mal, más tarde me di cuenta que no fue así. Después de la clase express de las 7am, tomé secuestrada (sin querer queriendo) a una compañera, y me desahogué. Entré a mi clase de las 10 un poco más "tranquila", sí sí, la señorita ya se sentía "liberada" (mentira), y me enteré de la triste noticia de que había muerto Eduardo Galeano, quizá fue por mi hipersensibilidad pero vaya que me entristeció saberlo. En fin, en la clase tuve que hablar con la maestra para justificar la ausencia del reporte que se suponía teníamos que entregar ese día, faltó poco para que me pusiera a llorar... ¡y eso que sólo le dije que había estado deprimida en las vacaciones! Entre triste y cansada, fingiendo que ya me sentía bien, que me sentía tranquila, me fui a mi casa a descansar, sólo para darme cuenta que no tenía llaves y no había nadie. Tuve que esperar sentada en una esquina de la cochera a lado de una araña muerta porque sólo ahí había sombra, a que llegaran mis papás. Pero es aquí donde nuestra historia da un giro. En mi espera, aproveché para skypear con un amigo, y, nefasta como estaba, me empecé a desahogar. Mi (amado) amigo con toda la paciencia y dulzura del mundo (no es sarcasmo, es de verdad) me dijo las palabras exactas para que yo dejara de llorar. Fue como un balde de agua fría. Por cuestiones personales no les compartiré todo lo que me dijo, pero si una frase en especial: "Ya le debes horas a la vida. Si cambias tu actitud cosas buenas te van a pasar". ¡Y es verdad! Pasé tanto tiempo ahogándome en mi propio hoyo que se llenaba con la lluvia de mi nube negra, que no me di cuenta que el hoyo en el que estaba no era más que una pequeña zanja. Después de esto, me dije que ya era suficiente de llorar y que no iba a desperdiciar más horas de mi vida pensando en algo que ya llegó a su final. Me sacudí mi nube negra, pensando en sus palabras, y no les miento, me sentí mucho más ligera. 

Ya con esa mentalidad y sin mi nube negra encima, hoy tuve la oportunidad de levantarme tarde porque la clase de las 7 se había cancelado; desperté ligera y tranquila, sin la necesidad de pensar en lo que fue. El día siguió su curso de manera normal, nada interesante pasó. Hasta que, camino a mi camión me topé con mi maestra favorita que me dio palabras de aliento para seguir con mi tesina. Podría no parecer gran cosa, pero que ella lo dijera significó mucho para mí. Después, fui con mi abuelita a comer y vaya sorpresa me que llevé ¡había hecho pozole! Para entender la magnitud del detalle, deben de saber que mi comida favorita en todo el universo es el pozole, y no hay nada mejor que el pozole que hace mi abuelita. Cuatro platos de pozole. Y ya entrando en confesiones, debo de decir que no hay nada que me haga más feliz que cuidar a un bebé, y hoy, nos visitaron tres. 

Quizás puedan pensar que son pequeños detalles, pero a fin de cuentas, son esos pequeños detalles los que más llegamos a disfrutar. Mi primer día sin mi nube negra, estuvo llenó de esas pequeñas cosas que me hacen feliz. Pequeños detalles que en un día "normal" no llegan a pasar, por lo menos no todos juntos. Es cierto, fue raro no compartirle a Cuatro todas estas pequeñas alegrías de mi día, pero no hacerlo me permitió disfrutarlas más. No estuve pegada a mi celular esperando a ver cuando me iba a contestar, estuve cargando y jugando con mis bebés. Estuve tranquila.

Estuve feliz. 

domingo, 12 de abril de 2015

Enamorarse y no.

Cuando uno se enamora las cuadrillas
del tiempo hacen escala en el olvido
la desdicha se llena de milagros
el miedo se convierte en osadía
y la muerte no sale de su cueva
enamorarse es un presagio gratis
una ventana abierta al árbol nuevo
una proeza de los sentimientos
una bonanza casi insoportable
y un ejercicio contra el infortunio
por el contrario desenamorarse
es ver el cuerpo como es y no
como la otra mirada lo inventaba
es regresar más pobre al viejo enigma
y dar con la tristeza en el espejo.


Mario Benedetti

Segunda entrada de la noche, me siento algo inspirada. ¿Por qué será que Mario Benedetti tiene un poema para cada ocasión?

Una de las cosas más difíciles de la vida (aparte de las matemáticas) es desenamorarse cuando el amor de tu vida (en turno) decide terminar contigo. Pasas por una serie de etapas, que no importa cuántas veces te pasen, siempre resultan ser una joda. Pero hay una etapa en específico de la que quisiera hablar. La indiferencia.

Después de que te lamentaste con tus amigos, después de que le diste mil vueltas a la situación y sigues sin lograr encontrar una explicación, después de que más de una vez evitaste los lugares que solían visitar, después de que te convenciste que no era la persona indicada para ti, después de que rogaste por no toparte con esa persona alguna vez, un día te das cuenta de que algo cambió. Ya no temes encontrarte a esa persona inesperadamente por la calle. Ya no ves fantasmas donde antes los veías. Y cuando eventualmente te topas con esa persona, ya no te da un salto el corazón, simplemente lo dejas pasar. 

Como les contaba en la entrada anterior, estas son mis cifras duras:
  • Cuatro veces me he enamorado
  • Dos veces he odiado al sujeto en cuestión
  • Cuatro veces he perdonado
  • Dos se volvieron un cero a la izquierda para mí
  • Uno es de mis mejores amigos
¿Por qué les digo esto? ¿Para qué el recuento de daños? Para explicar un poquito mejor esto de la indiferencia, lo mío es dar ejemplos ¿y qué mejor que los ejemplos que me pasaron a mí?

El asunto con la indiferencia, es que cuando terminas mal con alguien es de esperarse que un día esta persona te dejé de importar, me fue más fácil pasar del odio a la indiferencia, como me sucedió con Uno y Tres (para no herir susceptibilidades, de ahora en adelante los conoceremos por el número que representaron en mi vida), pero ¿qué pasa cuando simplemente el amor no fue el mismo?  ¿qué pasa cuando la otra persona se desenamora antes que tú? Como pasó con Dos y Cuatro. 

Con Dos me pasó algo muy extraño, aún no logró explicar cómo fue que me desenamoré de él, fue algo que eventualmente pasó. Verán, a Dos lo conozco desde hace ya un tiempo, estuvimos juntos en un taller y después de entrar a la universidad nos seguimos frecuentando. Siempre que lo veía, sentía que algo en mí se encendía, cuando nos tocábamos sentía mariposas otra vez. Me entristecía pensar que me sentiría igual cada que nos viéramos. Aunque me gustan las historias románticas de amores imposibles, era algo extraño y triste a la ver, estar viviendo eso en carne propia. Escribí muchos cuentos en relación a eso. En serio, creía que iba a durar para siempre, hasta que un día, simplemente las mariposas no asistieron a nuestra cita habitual. Un día, él, junto con otros amigos, fueron a mi casa, y mientras reíamos y bromeábamos, me di cuenta que lo que sentía por él, había muerto. Había llegado a su fin. Sin embargo, no lo veo con indiferencia. Tampoco es un amigo más, como les decía en la entrada anterior, es uno de los pocos hombres a los que amo. En esta ocasión, la indiferencia no llegó.

Ahora, lo que me sucede con Cuatro es algo mucho peor que lo que me sucedió con Uno y con Tres. Él se desenamoró y yo no he sabido cómo manejar ese desamor. Cuatro y yo pasamos muchas cosas que no pasé con nadie más y que no pasaré con nadie más, compartimos cosas que no se comparten con cualquiera, di un gran paso con él (sólo les diré que los últimos siempre serán los primeros), me enamoré perdida y completamente de él. Descubrí que el amor y la confianza son ciegos, descubrí que sin importar cuántas veces me abrieran los ojos, siempre los volvía a cerrar. Aprendí que cuando dos personas están enamoradas todo se puede, las distancias no importan, los besos nunca faltan, y todo es maravilloso. Benedetti lo explica muy bien: la desdicha se llena de milagros, el miedo se convierte en osadía. Pero también descubrí lo difícil que es "desenamorarse" de lo que alguna vez creíste que era amor.

Ha sido muy doloroso tener que volver a pasar por todas esas etapas que mencionaba al principio, pero contrario a lo que pudieran imaginar, las manejé mejor de lo que pensé (quiero creer que esto es lo que comúnmente llaman madurez). Sin embargo, he llegado a un muro en mi camino. La indiferencia. Esta tarde, desperté de mi siesta vespertina con la sensación de sentirme vacía, apática, desganada, gris... No era apatía con mi entorno, ni desganas hacia mi futuro. Era una apatía hacia mi yo de ese momento. Mi yo de hace cinco horas, se sentía apática hacia mi yo de hace un año que se había enamorado perdidamente de alguien. Y mientras mi yo de hace cinco horas trataba de ordenar sus pensamientos me di cuenta de algo, le estaba siendo indiferente a él. Recordar los momentos bonitos, las palabras de cariño, los besos dados, los planes creados, ya no me dolía. Ya no creaban un agujero negro de dolor dentro de mí que me iba consumiendo (disculpen que a veces suene muy dramática, pero soy una Drama Queen). Y entonces mi yo de hace cuatro horas se dio cuenta que lo que más le asustaba, era sentirse indiferente por alguien que hace cinco días creía que estaría en mi corazón para siempre. Eso sí me dolió. 

A pesar de los malos ratos, a pesar de los momentos difíciles, Cuatro fue alguien importante para mí, y pensar que se convertiría en un cero a la izquierda más, aterrorizó a mi yo de hace cuatro horas, aterroriza a mi yo de ahora. No creo que sea algo justo para mi yo de hace un año, que alguien que llegó a ser todo, que me conoció mejor que nadie, ahora se vuelva uno más en mi lista. Ya se dijo lo que se tenía que decir, los cabos que quedaban suelto ya están atados (o eso quiero creer). Las cosas están aclaradas, las cosas están "bien". Pero no sé si lo quiero en mi vida o no, ya no lo puedo ver igual. Y sé que ahora queda seguir con lo que venga. ¿Pero cómo seguir?..... ¿cómo seguir? 

Amor Primero... Segundo, Tercero y Cuarto.

Alguien dijo que el olvido está lleno de memoria, pero también es cierto que la memoria no se rinde. Dos por tres suenan como campanitas en el ritmo cardíaco y una escena se hace presente en la conciencia como en una pantalla de televisión. Y aquel cuerpo que las manos casi habían olvidado vuelve a surgir como un destello hasta que otra vez suenan las campanitas y el destello se apaga. ¿Te ocurre a veces algo así? ¿O será que me estoy volviendo un poco loco? Puede ser. Mientras tanto este probable loco te envía un invulnerable abrazo.

Mario Benedetti


Abro este blog con fines meramente de desahogo, mucho tiempo escribí en libretas todo lo que se me venía a la mente cada que me llegaba una epifanía, pensando que en algún punto alguien lo iba a ver, pero nunca pasaba, siempre fui demasiado tímida como para mostrarlas al público y demasiado consciente que si les mostraba a mis amigos mis escritos todo el tiempo los llegaría a cansar por estar hablando una y otra vez del mismo tema. Ya había considerado anteriormente el abrir un blog, y por decidia no lo había hecho, pero ahora siento que es el momento adecuado para hacerlo. ¿Qué mejor manera de desahogarme si no es con un montón de desconocidos frente a una pantalla? No sé cuántos lo leerán, no sé si será entretenido, pero espero que para aquellos aventureros que se atrevieron a leerme les resulte placentero.

Empiezo mi primera entrada con un texto acerca de mis desamores, quizá sea algo arriesgado, quizá un poco atrevido, pero como seres humanos hacemos lo necesario para salir adelante después de una situación desagradable. Inicié con el fragmento de un escrito de mi autor favorito, Mario Benedetti porque explica a la perfección cómo me siento en este momento y es un buen preámbulo para mis palabras: 

Hay algo que deben saber de mí, y que probablemente después de leer mi escrito se sorprendan de mi testarudez, pero debo confesar que creo en el amor verdadero. Creo en mi media naranja, mi otra mitad; me encantan las historias de amor y amo los finales felices. Creo que en la vida no hay un sólo final feliz, sino un nuevo comienzo junto a tu persona amada, y sí creo que es posible encontrar el amor eterno. Dicho esto, entenderán mejor cada una de las cosas que les vaya contando a continuación. Al final, ustedes juzgarán. 

A lo largo de mi vida he tenido montones de enamoramientos pasajeros, pero sólo cuatro lograron cambiar mi vida. 

La primera vez que me enamoré tenía 15 años. Llevaba más de la mitad de mi vida conociendo al muchacho del que me enamoré, era vecino mío y muy amigo de mi primo, solíamos salir siempre a jugar al parque frente a mi casa. Por cuestiones ajenas a nosotros (la vida, podría llamarle), nos separamos durante casi la mitad de mi vida. Cuando nos volvimos a ver, algo se encendió entre los dos, y aunque ya no éramos los mismo niños de 8 años que jugaban en el parque, aún no salíamos de ese mundo infantil, e ingenuamente quisimos jugar a ser adultos. Una serie de malas decisiones hicieron que nos alejáramos, él tenía novia y yo ya no quería seguir como estábamos. Nos peleamos y finalmente, algo estalló y nos separamos para siempre. Tiempo después y con la experiencia que dan los años, me di cuenta que definitivamente él nunca se acercó siquiera a ser el amor de mi vida. Dicen que el primer amor nunca se olvida, y es verdad, a partir de este momento, di el primer paso para convertirme en quien soy ahora.

La segunda vez tenía 16, podría llamarlo mi "crush intelectual". Me venía recuperando no sólo de la desilusión del primer amor, sino también del daño que esta relación me causó. No quería volverme a enamorar, pero pasó. De alguna manera, me terminé enamorando de él. Juntos crecimos, descubrimos nuestras metas, nos convertimos en quienes somos ahora. Causó un gran efecto en mí. Aunque nunca pasó algo "bien" entre los dos, estuve casi cuatro años enamorada de él, creí que siempre sentiría algo por él y no me equivoqué. Hoy, es uno de mis mejores amigos y uno de los pocos hombres a los que me atrevo decir que amo. Mientras estuve enamorada de él, pensé que él sería el amor de mi vida, imposible tal vez, pero el amor de mi vida. Ahora me doy cuenta que tampoco era el indicado. 

La tercera vez tenía 19 años, fue algo fugaz (de septiembre a diciembre) pero muy dañino. No estoy yo para contarles, ni ustedes para saberlo pero ya que estamos con las confesiones, confieso que le "bajé el novio" a una amiga. Voy a detenerlos antes de que empiecen a juzgarme despiadadamente, porque reconozco que en algunas ocasiones puedo ser una perra, pero en esa ocasión lo hice sin pensar. Todos cometemos estupideces en nuestras vidas y esa ha sido la más grande que yo he cometido. Hoy me arrepiento completamente de mi proceder. Perdí una buena amiga por un amor cobarde. Él nunca supo hacerse responsable de sus acciones, y nosotras tuvimos que limpiar los platos sucios. Al final, ellos terminaron juntos. Y yo, terminé destrozada. Me gané una reputación, me sentí completamente sola. Aquellas personas con las que convivía, aquellas personas con las que siempre tuve un gesto amable, me dieron la espalda. Fueron los primeros en señalarme con el dedo. Fue difícil. Aún hoy siento el peso de mi error, pero si algo me ha enseñado el cine (una de mis más grandes pasiones) es  a siempre sacar el lado bueno de las cosas; y a pesar de todo lo complicado de la situación, gracias a ella, descubrí quienes eran mis verdaderos amigos. Mi error me obligó a madurar. 

La cuarta vez que me enamoré, fue inesperada pero sospechada. Todavía no superaba los estragos de la vez anterior, ir a la escuela era un martirio para mí. Entonces lo conocí. Lo conocí en una fiesta, era un muchacho guapo y simpático, resulta ser que estudiaba lo mismo que yo. Teníamos un gusto en común: el cine. A pesar de esto, sabía que era un imposible para mí, los dos teníamos formas de ser muy diferentes, yo demasiado tímida, él demasiado extrovertido. Después de esa fiesta me dije a mí misma que él, y otro muchacho, serían mi motivación para ir a la escuela; los dos eran un imposible, pero eso hacía las cosas más simples, sólo los iba a ver. Sin embargo, con él las cosas se fueron dando poco a poco, y cuando menos  lo esperé ya esta perdidamente enamorada. Fue diferente de las otras ocasiones,  que sólo duraron meses. Salimos durante un año y para no ser algo formal, eso ya es mucho decir. Por primera vez sentí un futuro tangible ahí, ya no era solamente un juego de niños, era algo real. Pero como todas las demás, llegó a su fin. No puedo decir que duele menos, pero sé que he crecido más. 

Pero dentro de todas estas historias de desamor, encontré algo muy especial. El amor más fuerte, el más intenso que he llegado a sentir, ha sido por aquellas personas que me acompañaron a través de los malos momentos, algunas fueron quiénes menos esperaba, otras estuvieron para mí desde el primer amor. Es lo que más claro me ha quedado de todas estas experiencias. A quienes terminé amando, no fueron los sujetos de los que me enamoré (a excepción del número dos), fueron las pocas personas que me acompañaron durante, y sobretodo, después de mis relaciones. Ellos fueron quienes me ayudaron a crecer. Ellos me enseñaron esa clase de amor que sabes que va a durar, a pesar del tiempo y las distancias. Ese es amor real.