“A mí me cuesta ser cariñoso, inclusive en la vida amorosa. Siempre doy menos de lo que tengo. Mi estilo de querer es ése, un poco reticente, reservando el máximo sólo para las grandes ocasiones. De modo que si siempre estuviera expresando el máximo ¿qué dejaría para esos momentos (siempre hay cuatro o cinco en cada vida, en cada individuo) en que uno debe apelar el corazón en pleno? También siento un leve resquemor frente a lo cursi, y a mí lo cursi me parece justamente eso: andar siempre con el corazón en la mano.”
Mario Benedetti.
La entrada pasada hablaba sobre las dos cosas más preciadas que tengo para ofrecer, pero no dije qué eran. Cariño y confianza. Mi cariño y mi confianza son ciegos y pueden ser eternos, pero no son incondicionales. Con esto no me refiero a que exista un contrato en el que especifique cómo me deben de querer para que yo quiera a una persona.
Erich Fromm dice que el amor de una madre a su hijo es incondicional, porque ella lo va a querer desde que es un bebé que no puede valerse por si mismo hasta siempre (en pocas palabras), mientras que el cariño del padre tiene que ganarse. Bueno, no voy a entrar de lleno en lo que dice Fromm acerca del amor, sólo hacía este comentario para explicar un poco lo que pasa con mi amor y mi confianza.
Como he mencionado en entradas anteriores, soy una persona sumamente introvertida, soy muy callada, tímida, y a veces hasta pareciera que soy mala onda, pero no es así. A veces me pasa que en cuanto conozco a alguien, ya le conté la mitad de mi vida y me encariñé con esa persona; otras veces, la primera impresión me engaña y tardo más en agarrar confianza. Pero cuando pasa, ya sea de la primera o segunda forma, mi cariño y mi confianza se vuelven ciegos.
Es cierto, tengo muchos amigos y no a todos los quiero de la misma manera, a unos los quiero más que a otros, a unos le cuento más cosas que a otros, a unos incluso hasta los amo. Pero sin importar las intensidades o formas en que los quiero, todos tienen en común que voy a confiar en ellos siempre, sin importar lo que me digan los demás. Una vez que confío en alguien, mis ojos se cierran y no necesito más, no importa si la confianza es recíproca, no importa si ellos no me cuentan nada, si me han demostrado que puedo confiar en ellos, lo haré. Claro que esto puede ser un inconveniente, habrá gente que llegue a abusar de esta característica mía (que no se si es defecto o cualidad), pero lo que no saben es que con cada verdad a medias, voy abriendo poco a poco los ojos, y con cada mentira, me cuesta más trabajo volverlos a cerrar.
Más de una vez me he encontrado entre la espada y la pared porque dos personas que quiero o que, a mi parecer, no tendrían porqué mentirme, me dicen dos cosas distintas y no me atrevo a dudar de ninguna de las dos. Me pasó con Tres, me pasó con alguien más.... Y en esa disyuntiva, prefería confiar en la persona a la que quería más en ese momento, aunque muy en el fondo sabía que la segunda persona en cuestión tenía la razón.
Sí, mi cariño y mi confianza son eternos, puros, y sinceros; son lo mejor que puedo ofrecer de mí. No soy una persona recelosa de mi cariño (aunque en ocasiones me cueste demostrarlo) y de mi confianza, tampoco es tan fácil que yo deje de confiar en o de querer a alguien, pero una vez perdidas estas dos cosas son muy raras (y difíciles) de recuperar. Puede quedar en mí un rezago de amor hacia ti, pero sin la confianza que te tenía, es muy complicado que las cosas vuelvan a funcionar. Puedo no guardarte nada de rencor, pero sin el cariño que te tenía, definitivamente lo nuestro no va a funcionar. Puedo perdonar, pero mi perdón no es garantía de mi confianza, mi perdón no es pase de retorno a mi corazón (sí, yo sé que eso sonó demasiado cursi).
Tú, a quien quiero y en quien confío, mi cariño y confianza son gratis la primera vez. Si quieres una segunda, te los tienes que ganar. Si esperas una tercera, puedes sentarte a esperar. Advertido estás.
Como he mencionado en entradas anteriores, soy una persona sumamente introvertida, soy muy callada, tímida, y a veces hasta pareciera que soy mala onda, pero no es así. A veces me pasa que en cuanto conozco a alguien, ya le conté la mitad de mi vida y me encariñé con esa persona; otras veces, la primera impresión me engaña y tardo más en agarrar confianza. Pero cuando pasa, ya sea de la primera o segunda forma, mi cariño y mi confianza se vuelven ciegos.
Es cierto, tengo muchos amigos y no a todos los quiero de la misma manera, a unos los quiero más que a otros, a unos le cuento más cosas que a otros, a unos incluso hasta los amo. Pero sin importar las intensidades o formas en que los quiero, todos tienen en común que voy a confiar en ellos siempre, sin importar lo que me digan los demás. Una vez que confío en alguien, mis ojos se cierran y no necesito más, no importa si la confianza es recíproca, no importa si ellos no me cuentan nada, si me han demostrado que puedo confiar en ellos, lo haré. Claro que esto puede ser un inconveniente, habrá gente que llegue a abusar de esta característica mía (que no se si es defecto o cualidad), pero lo que no saben es que con cada verdad a medias, voy abriendo poco a poco los ojos, y con cada mentira, me cuesta más trabajo volverlos a cerrar.
Más de una vez me he encontrado entre la espada y la pared porque dos personas que quiero o que, a mi parecer, no tendrían porqué mentirme, me dicen dos cosas distintas y no me atrevo a dudar de ninguna de las dos. Me pasó con Tres, me pasó con alguien más.... Y en esa disyuntiva, prefería confiar en la persona a la que quería más en ese momento, aunque muy en el fondo sabía que la segunda persona en cuestión tenía la razón.
Sí, mi cariño y mi confianza son eternos, puros, y sinceros; son lo mejor que puedo ofrecer de mí. No soy una persona recelosa de mi cariño (aunque en ocasiones me cueste demostrarlo) y de mi confianza, tampoco es tan fácil que yo deje de confiar en o de querer a alguien, pero una vez perdidas estas dos cosas son muy raras (y difíciles) de recuperar. Puede quedar en mí un rezago de amor hacia ti, pero sin la confianza que te tenía, es muy complicado que las cosas vuelvan a funcionar. Puedo no guardarte nada de rencor, pero sin el cariño que te tenía, definitivamente lo nuestro no va a funcionar. Puedo perdonar, pero mi perdón no es garantía de mi confianza, mi perdón no es pase de retorno a mi corazón (sí, yo sé que eso sonó demasiado cursi).
Tú, a quien quiero y en quien confío, mi cariño y confianza son gratis la primera vez. Si quieres una segunda, te los tienes que ganar. Si esperas una tercera, puedes sentarte a esperar. Advertido estás.